El cielo, fue una vez símbolo de libertad y expansión sin límites. Muchos soñamos de pequeños con ser piloto de avión porque la cultura popular del momento nos trasladaba que era el máximo exponente de la libertad. O en la década de los 2000 cuando volar a cualquier lugar de Europa por 10€ era una explosión de libertad como nunca hemos vivido en Europa. Y en cambio ahora se está cerrando gradualmente por decisiones que parecen olvidar el valor de la elección personal. Alicante y Elche se encuentran ahora en el epicentro de un choque político, una tempestad provocada por la propuesta de reducción de vuelos cortos, anunciada en el acuerdo entre el PSOE y Sumar. Una medida que, bajo la premisa de proteger el medio ambiente, impone restricciones sobre cómo los ciudadanos comunes pueden viajar.
Pero mientras a los ciudadanos se nos dice cómo debemos trasladarnos, aquellos en posiciones de poder, la nueva casta, se mueven por las nubes en sus aviones oficiales. El diputado de Sumar-En Comú Podem, Gerardo Pisarello, defiende el uso del avión Falcon por figuras como el presidente Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, citando su «situación institucional». Esto es un eco desagradable de un sistema de dos niveles, una reminiscencia del comunismo donde la élite gobernante goza de privilegios mientras el pueblo llano se enfrenta a limitaciones.
¿Dónde queda la libertad de elección del individuo en esta nueva era de restricciones? ¿Es éste el preludio de una sociedad donde nuestras opciones de cómo hablar, comer, divertirnos y, sí, viajar, estarán dictadas por una «nueva casta» que se aleja cada vez más de las realidades y necesidades de su gente? Y lo siguiente, no se confíen, porque ya lo han «intentado» será decirte como debes hacer el amor con tu pareja y como tienes que morirte. Quieren controlar absolutamente todo de nuestras vidas, porque ¿De quién son los niños? Pues eso.
Lo más alarmante es que estas decisiones se toman al aire, sin el respaldo de estudios de impacto ambiental detallados y, lo que es peor, sin una evaluación real de las consecuencias económicas. El aeropuerto de Alicante-Elche, una arteria vital para la economía provincial, se enfrenta a una incertidumbre ominosa. Yo me pregunto… ¿Cuántos empleos se perderán? ¿Cuál será el impacto real en la economía de la provincia de Alicante? ¿Están nuestras infraestructuras ferroviarias incluso preparadas para absorber el tráfico de estos vuelos eliminados?
¿Exagero? Lanzar este tipo de anuncios sin estudios reales que avalen las propuestas y tengan una memoria económica que detalle gastos e ingresos de la misma, desde un atril para una rueda de prensa tiene consecuencias. Las repercusiones ya se sienten, como lo demuestra la caída significativa en el valor de Aena, el principal gestor aeroportuario del país, después del anuncio precipitado. La retórica idealista populista se estrella contra la dura realidad de los mercados económicos, dejando en evidencia la falta de preparación y análisis de nuestros políticos, una vez más.
España merece liderazgo que pondere el sentido común por encima de la política partidista y populistas. Un liderazgo que recuerde que cada acción tiene una reacción y que la verdadera libertad incluye la capacidad de elegir cómo vivimos nuestras vidas. Alicante, Elche, Benidorm, y de hecho, toda España, debe cuestionar estas medidas restrictivas y exigir responsabilidad. Porque si cedemos nuestro cielo que era sinónimo de libertad, ¿Qué nos queda?